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COLOMBIA FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN: UNA MIRADA DESDE ABAJO
Héctor-León Mo.
A Colombia, como al resto de países de América Latina, el llamado proceso de globalización, o más exactamente, de mundialización, le ha resultado impuesto. No ha escogido ni siquiera su modalidad de reinserción en el mercado mundial. Pero no se crea que es la nación, en su conjunto, la que ha sido simplemente sometida por fuerzas económicas y políticas externas, como pretendería una rápida denuncia de las relaciones asimétricas Norte-Sur. En realidad, deberían ubicarse aquí, dos grandes campos sociales: De un lado las élites dominantes que han aceptado y hasta buscado este tipo de “inserción”. Ellas han asumido la globalización como una suerte de fatalidad y en consecuencia pretenden hacerse cargo del imperativo del incremento de la “competitividad” sin discutir su validez y sin importarles, en este empeño casi siempre absurdo, sus costos sociales y ambientales.
De otro lado, una amplia mayoría de sectores populares y de clases medias que no han estado ni están involucradas en la toma de decisiones al respecto. Estos, en general, ignoran los contenidos de la llamada globalización y es posible que la asuman también como una fatalidad, pero no faltan los grupos organizados que vienen intentando diversas formas de resistencia. Algunos - todavía muy pocos - como sindicatos y sobre todo ONG´s han llegado a vincularse a formas de resistencia de carácter también global. El hecho de que sean muy pocos se explica seguramente porque la globalización, o mejor, la “apertura”, como se suele denominar en Latinoamérica, es considerada ante todo como parte de los programas de ajuste estructural , impuestos desde los años ochenta, de consecuencias desastrosas en materia social por lo cual concentran toda la atención. Ello sin contar, en Colombia, con la situación de guerra y de violencia generalizada que, por supuesto, absorbe todas las angustias y preocupaciones.
Esta es una primera característica que es preciso tener en cuenta. La segunda tiene que ver con el hecho de que si bien el país mira hacia el mundo entero (Colombia, por ejemplo, ratificó apresuradamente su ingreso a la OMC) la realidad es que la globalización tiene aquí un nombre indiscutible: la órbita de los Estados Unidos. Probablemente la hegemonía de este país, sobre todo en términos culturales y político militares sea, cada vez más, una condición aplastante en todo el mundo, pero es acá, en su “patio de atrás”, donde se hace valer con mayor fuerza. Incluso, en términos económicos, aunque sabemos que la globalización coloca en la cúspide no tanto un grupo de países sino un puñado de corporaciones multinacionales (y grupos financieros) son aquí las de origen americano las que marcan el rumbo. Toda la fuerza de su Estado, política, jurídica y militar, se despliega para su protección En estas circunstancias, cuando las elites colombianas (lo mismo que sus hermanas de Latinoamérica y el caribe) se refieren la globalización, en realidad están pensando en el campo delimitado por los Estados Unidos.
Breves anotaciones sobre el concepto de globalización
Mucho se ha discutido, y escrito sobre este concepto. La idea fuerza, más o menos periodística, consiste en que el planeta se encuentra cada vez más integrado y tiende a la homogenización. Frente a esta visión, casi siempre apologética, algunos han llegado a la conclusión, de alguna manera transaccional, de que se trata no de uno sino de diferentes procesos, todos ellos contradictorios.[2]
1. Dado que lo más evidente son los avances en la comunicación, el plano inicial de discusión puede ser el de la cultura. Como se sabe, la idea de una cultura global ha presidido toda la modernidad, siempre bajo un patrón de universalismo anclado en Europa Occidental, desde su expansión en el siglo XV; expansión de la cual forma parte, justamente, el “descubrimiento” de América. Quizá hoy tenga más fuerza dicha ilusión y alguna realidad si se piensa en la “cultura” de los mass media. Pero hay también tendencias contrapuestas, especialmente desde los mundos del Medio Oriente, de Asia y África, tendencias que ahora se refuerzan con los intensos procesos migratorios. La particularidad del caso Latinoamericano consiste en su adscripción cada vez más fuerte a los modelos “americanos”. Aquí se suele decir, con sorna, que la aspiración es un Gran Miami. Aún en el campo académico, es evidente que los intelectuales ya no miran hacia Inglaterra o Francia como antaño sino casi exclusivamente hacia los paradigmas elaborados en Estados Unidos. El fenómeno parecería ahí sí “globalizante”, en virtud de que no existe una constelación de nacionalidades. Sin embargo, por fortuna, otra característica protuberante es la emergencia contestataria de los pueblos indígenas. No sólo en México (Chiapas) y en Ecuador, sino en la mayoría de los países incluyendo Colombia.
2. La globalización es vista también como una marcha ininterrumpida hacia un mercado único planetario. De ahí la insistencia en la liberalización del comercio. Esta es sin embargo, una falacia. Incluso su más importante construcción institucional, la OMC proviene del sistema del GATT, modalidad procesual y contractual[3] introducida por los Estados Unidos, cuya política proteccionista ha sido proverbial. Curiosamente, la contribución de los países latinoamericanos a la globalización, con su "apertura" unilateral, ha sido considerable [4]. Dada la persistencia de mecanismos arancelarios y no arancelarios de protección en los países del norte no debe sorprender que el reclamo de nuestras elites sea el de la reciprocidad. Un autor, libre de toda sospecha, lo confesaba tristemente: "No hay duda que Latinoamérica se ha embarcado en una de las más sustanciales reformas de liberalización unilateral del comercio de la moderna historia económica. Sin embargo, entre los líderes políticos de la región existe una seria inquietud: la falta de reciprocidad de parte de los países industrializados."[5] Por lo demás, si se piensa en una redefinición de la división internacional del trabajo, lo cierto es que nuestros países (salvo México y Brasil) han vivido un proceso de reprimarización. Su oferta exportable se limita a recursos naturales.
3. La postulación de la “liberación” y “desregulación” internacional nos indica que el cambio introducido por la actual globalización es esencialmente político. Su especificidad proviene de que se levanta en contra del orden anterior, el sistema de Estados Nacionales edificado en la segunda posguerra, como si fuera su opuesto; en contra del intervencionismo de Estado, ya fuera del capitalismo regulado o del llamado socialismo, para remplazarlo por el imperio de las leyes del mercado ya no sólo en el orden interno sino también en el mundial.[6] En el fondo, el reclamo de libertad proviene del principal actor y poder contemporáneo, las grandes Corporaciones Transnacionales que lo hacen valer, más bien, como reclamo de protección. En este sentido, las formas políticas y estatales juegan un papel fundamental. Es cierto que el antiguo sistema interestatal tiende a desaparecer, pero no en beneficio de una institucionalidad mundial democrática; y es también un proceso: la erosión de las soberanías se produce desigualmente y la capacidad de los Estados de las que llamamos Potencias se pone al servicio de la forma de globalización que interesa a dichas Corporaciones.[7]
4. Por ahora, la forma dominante es la del capital líquido especulativo. Esto no es ajeno al proceso de concentración del ingreso y de centralización del capital. En las condiciones actuales de la tecnología y de los mercados existe un excedente que circula mundialmente. La negativa a reconstruir el sistema monetario y financiero internacional, o su incapacidad para hacerlo, ha llevado a las recientes crisis que amenazan catástrofe. Nuevas propuestas de reformas se avizoran. Además, los fenómenos de desempleo y ampliación de la miseria, así como la profundización de la asimetría en el planeta, han suscitado ya múltiples reacciones. Existen nuevos campos y posibilidades de negociación que se constituyen en otras tantas oportunidades.
Colombia: los efectos de la apertura .
Es necesario señalar que los efectos de la apertura son siempre específicos según el país. En Colombia, tampoco, desde luego, se presentaron las anheladas ganancias en competitividad ni mayor orientación a la exportación, pero llama la atención el hecho de que la industria manufacturera haya exhibido un buen desempeño en los primeros cuatro años de apertura, lo cual llevó a algunos a presentar prematuramente un parte de victoria. Pero no debe sorprendernos. Se explica por la importante expansión de la demanda doméstica . De otra parte, por el hecho de que algunos de sus sectores son altamente importadores de insumos (a veces simplemente envase o ensamblaje), beneficiarios por lo tanto de la misma apertura. Fue casi un componente de la expansión comercial.
Una vez se contrajeron los factores de expansión de la demanda doméstica, la industria entró en un prolongado período de recesión. Pero la apertura sí produjo una cierta reestructuración. Caso típico fue la ruina de los sectores de calzado y de tabaco y el pobre desempeño de textiles. Y es de preverse una reconversión, en otros sectores, hacia la simple elaboración de productos semiterminados importados, como aprovechamiento de la apertura para atender el mercado interno. Como lo reconocen ya casi todos los analistas, la reducción neta de mano de obra (racionalización de costos), incluso acompañada de importación de bienes de capital (reposición), no representó un proceso de innovación tecnológica y menos que todo para competir en el exterior. La dependencia de la importación aumenta.
Como se dijo, las exportaciones manufactureras no lograron un desempeño significativo entre el 90 y el 98. Aunque aparecen en el comercio con América Latina y el Caribe, especialmente con la comunidad Andina, hay que reconocer que siguen teniendo, en el conjunto, una presencia marginal. Continúan con la mayor participación los grupos tradicionales como textiles, prendas de vestir, cuero, calzado e imprentas y editoriales, pero con una tendencia decreciente. Justamente algunos de los más afectados por la apertura.
Donde la apertura sí tuvo un efecto devastador fue en la agricultura. Se mantuvieron, claro está, algunos sectores de la agroindustria, ya consolidados en la exportación, como banano, flores, y en cierto modo el azúcar.(el cafe apenas sobrevive) Pero la mayoría de cultivos transitorios se desplomaron o desaparecieron en beneficio de la ganadería vacuna extensiva o, en menor grado, de cultivos permanentes. Se trata de cereales como arroz, maíz, cebada, trigo y sorgo, y de oleaginosas como soya, algodón y ajonjolí. Una razón evidente para replantear y renegociar la agricultura en los acuerdos internacionales. Sin embargo la posición que se ha impuesto en el país es la contraria, contra todas las evaluaciones y tendencias mundiales.
Recientemente el país entró en una grave crisis económica. Comenzó en 1998 y llegó a una profunda recesión en 1999 (reducción de 4.5% del PIB); el año pasado se habló de recuperación pero el producto solamente se incrementó 2.8% según estimaciones preliminares. Podría relacionarse con los efectos de la crisis asiática pero la verdad es que éstos aquí son indirectos. La explicación real, como en el resto de Latinoamérica, tiene que ver con su extrema debilidad frente a los movimientos internacionales de capital. Es una historia conocida: Como lo admite en sus análisis el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, a propósito del creciente déficit comercial en América Latina: "fuertes incrementos en las entradas de capital privado, sumados a las medidas adoptadas para estabilizar la inflación, han ejercido presión sobre los tipos de cambio. Como resultado, en muchos paises se ha producido una importante apreciación real de la moneda, que ha estimulado las importaciones y, en algunos casos ha atenuado las exportaciones".[8] Ello sin contar con el incremento desmesurado de las tasas de interés propiciado en Colombia por la política monetaria antinflacionaria aplicada por el Banco Central. Lógicamente, la salida brusca de los capitales tenía que producir una crisis financiera de gran magnitud. La dinámica ilusoria que había producido la breve reanimación del mercado interno se desplomó bruscamente sin que se haya ofrecido hasta ahora una alternativa. Las autoridades económicas han encontrado una salida en un creciente y preocupante endeudamiento tanto externo como interno, cuyo servicio presiona cada vez más sobre la situación fiscal, obligando a nuevos ajustes.
Más apertura: la ilusión de la inversión extranjera.
Cabe ahora preguntarse: ¿Cuáles son las expectativas de las elites dominantes o cuál es su proyecto de desarrollo si es que lo tienen? Desafortunadamente, en Colombia predomina la mentalidad de la apertura unilateral, en nombre de una globalización identificada con el libre comercio, que transforma cualquier tentativa "proteccionista" en condenable anacronismo. Dicha mentalidad deja pocas opciones de política; parte de la falsa dicotomía entre economía abierta y economía cerrada que lleva al absurdo de que cualquier alternativa es un "desconocimiento de la globalización" y una búsqueda caricaturesca de "autarquía". Este es el principal obstáculo; impide pensar la política exterior como negociación en el contexto de una relación de fuerzas.
La política de comercio exterior no es en Colombia muy creativa. Hoy se reconoce que la apertura debía ser complementada con la promoción de las exportaciones, para culminar el proceso de internacionalización. Pero la estrategia, proclamada en todos los tonos, repite la sabiduría convencional del culto al mercado.
Se propone atraer la inversión extranjera directa hacia sectores potencialmente exportadores, bajo el supuesto de que bastaría crear condiciones sociales, políticas y macroeconómicas favorables y sobre todo otorgar cada vez mayores concesiones. Ello, en primer lugar, no está comprobado y habría que examinar las tendencias mundiales y la posición relativa de Colombia. Por lo pronto se sabe que, aparte del capital especulativo, los flujos más importantes han llegado al petróleo y la minería, al sector financiero y a los servicios públicos recién privatizados Al respecto, además, conviene recordar que no empezamos de cero: la inversión extranjera ya existe en el país. En segundo lugar, no está claro que traería beneficios, sobre todo pensando en un modelo de desarrollo con equidad y sustentable, como suele decirse.
1. Examinemos el sector agroindustrial. La inspiración es el modelo chileno que desde este punto de vista tampoco parece tan espectacular, pues supone conservar la dependencia de los recursos naturales. Es allí donde se ha visto la mayor oportunidad pues ya tenemos el ejemplo no sólo del banano sino de las flores (cuestionado nacional e internacionalmente) y se aspira a desarrollar la palma africana. Se trata de las EXANT (exportaciones agrícolas no tradicionales) que ya han sido evaluadas y criticadas mundialmente. En primer lugar por su inestabilidad y altísimo riesgo: precios volátiles, altas inversiones, mercados exigentes, fuerte competencia, estrechas ventanas de acceso al mercado. En segundo lugar -lo más importante - significa altísimos costos sociales y ambientales. Como ya se ha visto, el riesgo asumido por el país suele descargarse sobre los trabajadores y especialmente trabajadoras, con bajos salarios, en condiciones laborales infrahumanas y sin ninguna estabilidad. La tecnología empleada es altamente intensiva en agroquímicos (importados) lo cual, junto con otros factores, por ejemplo el aprovechamiento de las aguas, lleva a deterioros irreversibles del medio ambiente. Finalmente tiende a desviar los recursos, empezando por la tierra, de modo que se impide su destinación a la producción alimentaria, y se desabastecen los mercados locales.
2. En cuanto al sector manufacturero, obviamente la perspectiva acariciada es la maquila. La inspiración viene de México. Una forma, la peor, de insertarse en las cadenas productivas internacionales. Estas cadenas son controladas, como se sabe, por las grandes corporaciones transnacionales y es ahí donde la ingenuidad incurre en un error. No basta con ofrecer concesiones es necesario que coincida con la necesidad y la estrategia de una o varias de estas corporaciones. Debe mediar una negociación y un acuerdo. Ha sido el caso de México de República Dominicana, Trinidad-Tobago y Costa Rica. Eso no quiere decir que el proceso forzosamente se amplíe a más países. En aquellos cuenta, aunque no sea definitivo, la proximidad geográfica. Pero además, los efectos sociales y ambientales que ya se han visto en el caso de México no son de los más alentadores. Y como si fuera poco ya se han mostrado bastantes evidencias de que el efecto sobre el desarrollo no es positivo.
3. Queda la alternativa de los recursos naturales. El petróleo, el carbón y el gas natural, principalmente. Las condiciones de Colombia no parecen ser extraordinarias. Además de que sus características de economías de enclave no las hacen aptas para impulsar desarrollo. Pero también puede pensarse en ofrecer el aprovechamiento por parte de las multinacionales de la biodiversidad. Y, según parece, del agua. En todos los casos la atracción de la inversión extranjera puede ser exitoso pero sus consecuencias indeseables desde todo punto de vista.
Ahora bien, si se abandona a falacia del libre comercio y se reconoce que lo que esta al orden del día son los acuerdos y las reglas que de ellos se derivan puede concluirse que que, frente a la globalización, la única postura no es la pasiva de adaptación sino que también cabe una posición activa. Sin embargo, no parece ser la actitud de nuestras elites. Ignoran deliberadamente todo lo que se está proponiendo por parte de algunos países en el marco de la OMC o fuera de él. Esto en cambio podría ser la fuente de inspiración para fuerzas de oposición en el país las cuales, como se verá más adelante, apenas están ingresando en el tema.
Bajo la égida del imperialismo norteamericano.
Ahora bien, más acá de la realidad mundial y de la OMC, para nosotros lo fundamental es el acontecer continental. El punto de partida es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Como se dijo antes, corresponde a una estrategia bien definida de parte de los Estados Unidos y de sus empresas transnacionales. - Téngase en cuenta que en su balanza comercial siempre ha tenido una tendencia deficitaria - En este Tratado se pactaron cláusulas que van más allá de las normas contenidas en la OMC, precisamente en el sentido en que quieren orientarlas durante las actuales negociaciones. Ello satisface la necesaria conformidad con el espíritu del "libre comercio". Pero, al mismo tiempo, significa una exclusión del resto del mundo, hecho que, dada la indiscutible pertenencia de nuestros países a la órbita de los Estados Unidos, hasta ahora no ha provocado reacciones significativas de parte de los posibles competidores. Pero puede suceder. Ya ha habido algunas fricciones con la Unión Europea, por ejemplo en un caso que nos toca directamente, el del banano.[9]
Las diferentes iniciativas que la potencia americana ha emprendido luego, siguen la misma política de este Tratado; en opinión de algunos, en la lógica de que cada nuevo país que se "sume" -formal o informalmente- debe otorgar cada vez mayores concesiones; es lo que se observa en la propuesta del Area de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Estas concesiones, no se refieren principalmente a niveles arancelarios. A la inversa, también es cierto que las condiciones de acceso al mercado de los Estados unidos no dependen tampoco de estos sino de barreras no arancelarias o "técnicas". Y sobre todo de las posibilidades de permanencia y previsibilidad que hasta ahora son negadas por la práctica de la judicialización, caso por caso, que inclusive las empresas europeas califican de inmanejable.
El área más sensible de las concesiones se refiere a la inversión y los derechos de propiedad intelectual, estrechamente ligados; concesiones que implican renuncia a la capacidad reguladora del Estado. Aparte de los dogmas acerca de la inconveniencia de la intervención del Estado, que no vale la pena discutir aquí, el argumento en favor de las concesiones es de un patético "realismo": es la única forma de atraer el capital extranjero. Se argumenta además la posible transferencia de tecnología que la inversión extranjera traería. Sin embargo, es evidente que la renuncia a la capacidad de regulación hace imposible esa transferencia. Normas estrictas sobre propiedad intelectual, no sólo sobre productos sino sobre procesos, consagran esa imposibilidad. La experiencia ha demostrado que son necesarios requisitos de desempeño para garantizar los efectos multiplicadores de tal inversión y una regulación que garantice tecnologías limpias, adecuadas, respetuosas de la salud, así como su verdadera transferencia.[10] Defender esta posibilidad a través de una negociación es un objetivo que ya se esta planteando en diversos foros de organizaciones sociales, sindicales y no gubernamentales.[11]
La propuesta de Area de libre Comercio de las Américas (ALCA) se lanzó desde la Cumbre de las Américas de Miami (1994), convocada en desarrollo de la iniciativa Bush (1990). Allí todos los países, presos de la ilusión de acceder al mercado norteamericano, se comprometieron en lograr para el 2005 esta area. Una vez más, lo que se hace, en la práctica, es ofrecer nuestro mercado. El proceso no ha avanzado tan rápido como se quería. Primero fueron las dificultades de Clinton para obtener del Congreso la autorización de "vía rápida" (Fast Track) para materializar los acuerdos durante la Cumbre de Santiago en abril de 1998.
Para la de este año (abril de 2001) al parecer se ha avanzado en la elaboración de las propuestas técnicas Se había decidido iniciar las negociaciones prácticamente sobre todos los aspectos relevantes, a través de un mecanismo de grupos de negociación coordinados por un Comité de Negociaciones Comerciales. Cada grupo está presidido por un país. Con ello se admitió la orientación de los Estados Unidos de negociar simultáneamente, aunque la cuestión de los plazos, que había sido objeto de disputa en las anteriores reuniones interministeriales, quedó disuelta en el único término del año 2005 como fecha final. (Brasil y el MERCOSUR eran los principales adversarios). La primera fase de las negociaciones llegó hasta la reunión interministerial de Toronto en noviembre de 1999. La segunda fase culminó con la de Buenos Aires en abril de este año como paso previo a la cumbre de Québec. Se dice que se ha avanzado en la preparación de documentos borrador en cada tema y en algunas medidas de “facilitación de negocios” pero no cabe duda que existen todavía puntos fundamentales de discrepancia, especialmente en lo que se refiere a la agricultura y las políticas de subsidios, así como en las modalidades de incorporación de las “economías pequeñas”.[12]
Sin embargo, hasta dónde se sabe, la reunión de los Presidentes (34 países, con la única excepción de Cuba) no arriesgó nuevos compromisos específicos. En cambió ventiló una nueva propuesta del presidente Busch, dirigida a los integrantes del TLCAN, sobre un pacto de integración energética. Llegó a una declaración final en la cual se reitera el compromiso de lanzar el área en el año fijado, con la particularidad de una especial insistencia en la llamada cláusula democrática como requisito para ingresar en esta integración. Democracia, desde luego, en el sentido en que la plantean los Estados Unidos: Diversidad de partidos y elecciones “libres”. Además de la resolución de los puntos en disputa, parece que se abre ahora una etapa de discusión sobre las instituciones del ALCA.
La realidad del comercio en el continente
A propósito de estas propuestas de “integración” vale la pena echar una mirada a las características de las relaciones económicas en el continente. Un rápido examen de las condiciones existentes muestra que el futuro prometido, para América Latina y el Caribe, especialmente en materia de exportaciones, no aparece por ninguna parte. La tendencia del pasado decenio ha sido el aumento de las importaciones, con excepción tal vez de Venezuela. Las exportaciones crecieron, a su vez, a una tasa promedio anual inferior en el mismo período, y ello gracias a los países más grandes, especialmente México. En consecuencia, la tendencia ha sido también al déficit comercial. Como se dijo antes, entre 1997 y 1998 la situación estuvo marcada por la crisis asiática que afectó particularmente la situación de Brasil. En general, se registró una recesión entre 1999 y 2000, la cual afectó también el volumen del comercio.
Pero, el cuadro más revelador lo ofrecen las características de las exportaciones. En primer lugar, están concentradas altamente alrededor de pocos productos principales. En casi todos los países cinco productos representan más del 50% del total (en Colombia 56.2% en 1996). Participaciones relativamente bajas sólo se observan en Brasil, Mexico y Argentina. Lo más significativo, sin embargo, es que, de acuerdo con el grado de procesamiento de recursos naturales, si se excluyen México y Brasil, la concentración en recursos naturales sin procesar y recursos naturales procesados es apreciable..
En cuanto al destino
[1] Economista, consultor, profesor universitario. Director Ejecutivo del Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, ILSA 1993 – 1998. Actualmente miembro de la Junta Directiva y del staff de investigación..
[2] Entre otros puede consultarse: Beck, U. “¿Qué es la globalización?”. Ed Paidos, Buenos Aires, 1998. Santos, Boaventura. “La globalización del Derecho” Ed. ILSA, Bogotá,1998
[3] El concepto de "institución contractual" fue utilizado por Bhagwati en sus conferencias de 1990. Bhagwati, J. "El proteccionismo" Alianza Editorial, Madrid 1991
[4] Las reformas aperturistas se profundizaron sobre todo después de la gran crisis de la deuda externa en 1982 como parte de los programas de ajuste impuestos por la Banca Multilateral y el FMI. Interesante resulta, de todas maneras, saber el peso del condicionamiento con relación a la participación de las elites nacionales, de ninguna manera inocentes víctimas. Ver Haggard, S. y Kaufman, R. (Comp.) "La política de ajuste económico" CEREC. Bogotá, 1994. Desde luego, es tambien evidente que estas reformas hicieron y hacen parte de la agenda de política exterior de los Estados Unidos. Ver: Krueger, Anne O. "Economic policies at cross purposes: the U S and developing countries" Brooking Institution, Washington D.C. 1993.
[5] Edwards, Sebastian "Crisis and Reform in Latin America". World Bank, Oxford University Press. New York, 1995
[6] Ver: Varios Autores "El nuevo Orden Global" U. Nacional de Colombia. U de Lovaina. Bogotá, 1996.
[7] Moncayo S.,Héctor-León "Globalización y dependencia: las condiciones de la condicionalidad" En "La condicionalidad en las relaciones internacionales: Sirve para la protección de los derechos humanos?" ILSA, Bogotá, 1996
[9] Recientemente se llegó a un acuerdo en el cual impusieron sus intereses las multinacionales americanas. Por lo que se refiere a Japón y las fricciones que de allí se desprenderían falta todavía mucha investigación.
[10] Las normas de protección absoluta sobre la propiedad intelectual tienen graves implicaciones. Entre otras, sobre el derecho a la salud con el monopolio de los productos farmacéuticos y sobre la seguridad alimentaria al perder el control sobre la oferta. La protección insensata del patentamiento extranjero, que pretende incluir formas de vida, constituye además una amenaza de apropiación de la diversidad biológica, que es tambien cultural, y hace parte del patrimonio y la integridad de los pueblos. Los beneficios de su explotación comercial, si se quisiera, en estas condiciones no alimentarían, en absoluto, nuestro progreso económico
[11] "Alternativas socioeconómicas al Area de Libre Comercio de las Américas" Documento de conclusiones de la cumbre de los pueblos (paralela a la de los Presidentes) en Santiago de Chile, 1998. En el mismo sentido puede consultarse el documento de base, y la declaración final de la Segunda Cumbre de los pueblos que acaba de realizarse en Québec entre el 16 y el 18 de abril.
[12] Ver Banco Interamericano de Desarrollo “Integración y Comercio en América”. Nota Periódica Diciembre 2000.
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